En
el polémico marco actual de la enseñanza, quisiera atizar una nueva ascua al
fuego. Verán ustedes: mis alumnos de 1º de la ESO, de Geografía e Historia, están
haciendo en clase unas exposiciones de diversas partes del temario. Dada su
edad de 12 años, les propuse que fueran de 10 minutos. Dos alumnos expusieron
sobre la Antigua Grecia: estuvieron 50 minutos hablando con una presentación en
power point alucinante; trayendo además, no sé de donde, pequeñas figuras de antigüedades
orientales. El último día de clase, una nueva exposición trató sobre los
volcanes: a una magnífica explicación de unos 40 minutos, se añadió la
simulación de la explosión de un volcán mediante un artefacto que, ignoro cómo,
catapultaba un cráter colorado medio metro hacia arriba. No contentos con esto,
hicieron otra simulación con un volcán de arcilla, en el que echaron bicarbonato y vinagre, dando la fantástica
impresión de que estaba en erupción. Mi inquietud aumenta porque podría
contarles bastantes ocasiones más, donde chavales de doce años sacan a relucir
tomo su potencial humano en clase. ¿Dónde está entonces el conflicto? Me
inquieta mucho un pensamiento: me parece que estos jovenzuelos dan la clase
mejor que yo… Pero tampoco lo digan mucho por ahí.
José
Ignacio Moreno Iturralde