Son de agradecer los múltiples consejos
que dan los expertos en educación. Pero, de ningún modo pueden ponerse por
encima de la autoridad natural de los padres sobre sus hijos. Es lo que Betsy
Hart explica en su libro “Sin miedo a educar” (Troa Librerías. Madrid 2012).
Con el ejemplo de la dedicación a sus cuatro hijos, y una buena documentación
científica, Hart insiste en una idea interesante: rescatar el corazón de los
hijos. Es evidente que cualquier padre haría lo posible para que no robaran o
lastimaran a un hijo; sin embargo, parece que muchos padres y madres hacen
dejación de derechos respecto a algunas actividades de sus hijos como tiempos libres con
otros jóvenes o accesos indiscriminados a tecnologías informativas, que pueden
lastimar el corazón. La autora cita ejemplos ilustrativos.
Hart es consciente de la necesidad de la
apertura al mundo de los hijos y de su libertad, pero con una responsabilidad
materna y paterna respecto a los ambientes, información y compañías, que los
hijos tienen en su infancia y adolescencia. También sostiene que el mal anida,
en parte, en el corazón del niño, antes que en otro lugar. Esto es compatible
con un cariño inmenso que ve las virtudes y potencialidades de los chavales. Nadie quiere a los hijos como los padres.
Hart lo cree firmemente, desde su situación de divorciada
-a pesar suyo,
según nos cuenta-.
La educación que los padres dan a sus hijos no puede encogerse de hombros ante los peligros. Esta educación supone mucho esfuerzo, valentía y, sin duda, mano izquierda guiada por el cariño; por un cariño que quiere ayudar a rescatar el corazón de los hijos siempre que sea preciso, para llevarles por caminos de generosidad, compromiso y felicidad madura.
La educación que los padres dan a sus hijos no puede encogerse de hombros ante los peligros. Esta educación supone mucho esfuerzo, valentía y, sin duda, mano izquierda guiada por el cariño; por un cariño que quiere ayudar a rescatar el corazón de los hijos siempre que sea preciso, para llevarles por caminos de generosidad, compromiso y felicidad madura.
José Ignacio Moreno Iturralde
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