viernes, 3 de julio de 2020

La igualdad excluyente



La diversidad de la naturaleza se hace preciosa al ver emerger el Teide de las nubes, al mismo tiempo que está rodeado de un Atlántico plateado. Hay infinidad de diferencias estupendas en el mundo, como las futbolísticas en un buen derbi, u otras más profundas y humanas como la complementariedad entre la mujer y el hombre. También existen diferencias espantosas e insultantes como la que se da en el reparto de la riqueza en el planeta, en la aberrante violencia machista, o en cualquier tipo de abuso de fuerza.

La diferencia es un gran valor siempre que exista un marco de armonía, de respeto, y de igualdad entre las personas. Nadie es más que nadie: Mark Twain lo plasmó magistralmente en su libro “Príncipe y mendigo”. Pero la igualdad entre los hombres no es la de una colmena, ni la de un hormiguero. Cuando una concepción monolítica de la igualdad empieza a extenderse en el modo de entender algunos aspectos humanos y sociales, se está marginando la pluralidad. Si perdemos de vista el respeto a las personas, nos quedamos con la defensa de unas ideas que se convierten en ideologías cerradas. Se llega a la paradoja de que una pretendida sociedad democrática, considera desiguales a quienes no participan de la ética gubernamental. Este igualitarismo excluyente es, sin embargo, muy proclive a disolver la identidad de la mejor institución para aprender a complementar diferencia e igualdad: la familia. Como consecuencia, tampoco se defiende un modelo plural de escuela, subvencionándolo, porque esto sería algo inquietante y peligroso para la horma establecida de la igualdad. Por otra parte, este igualitarismo de fuerza, que dice ayudar a los más débiles, ayuda a quitar la igualdad a la vida de centenares de miles de niños en camino de nacer, y que nunca lo harán.

Tanto el liberalismo radical, que exacerba la diferencia, como el igualitarismo excluyente, se basan en posturas materialistas. Por contraste, la dignidad humana es aquél el don espiritual, que trasciende la materia, por el que somos capaces de defender la igualdad de todos desde nuestra libre y diferente posición personal. Por esto, cuando la igualdad ataca vorazmente la diferencia y la libertad, no hace más que pisotear la dignidad de las personas con una lógica que recuerda a la de las dictaduras.


José Ignacio Moreno Iturralde

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Soy profesor y he leído detenidamente la nueva ley de educación del gobierno español. Esta norma, llamada también ley Celaá, limita la educa...