sábado, 27 de julio de 2019

La mirada de un anciano enfermo



En una residencia para personas mayores, había un hombre con un alzheimer avanzado. Ya no se valía por sí mismo y no hablaba. Sus familiares venían a verle asíduamente. En una ocasión ocurrió algo significativo. Le trajeron a un chico de unos cuatro o cinco años y, de pronto, la cara del anciano abandonó su aspecto inexpresivo y agotado, adquiriendo una luminosidad intensa provocada por la ilusión de haber reconocido a su nieto. Aquella cara sonriente emergía entre un cuadro severo de limitaciones y, paradójicamente, es una de las expresiones más profundamente humanas que he visto.




José Ignacio Moreno Iturralde



viernes, 26 de julio de 2019

Autonomía y dignidad humana


El término autonomía es muy valorado en nuestra sociedad. Tener capacidad para tomar las propias decisiones es algo de notoria importancia y muy deseable. Pero una hipertrofia de la autonomía puede ser también dañina. La autonomía tiene que estar al servicio de la dignidad, el valor irrepetible de cada vida humana, especialmente la de los más necesitados. Nadie en su sano juicio diría que un mendigo no merece tener autonomía, aunque de hecho tenga menos que alguien con una buena posición económica. Ante millones de personas pobres en el mundo, que no pueden valerse por sí mismas, no es humano olvidarlas y no hacer nada para remediar en algo esta situación. Valorar la autonomía por encima de la dignidad es estar de acuerdo con la opresión de los poderosos sobre los necesitados. Una lógica análoga es la que da prioridad a la autónoma decisión de los adultos, encaminada a eliminar la vida de las vidas humanas concebidas y todavía no nacidos. Atender solo a la decisión de los mayores frente a la vida aún no nacida y totalmente indefensa, es aplicar la lógica opresiva de los explotadores. Por esto es chocante, que los partidos políticos que se catalogan de izquierdas y defensores de los más necesitados sean notoriamente abortistas. Parecen no darse cuenta de que están fomentando una forma muy inhumana de capitalismo.



José Ignacio Moreno Iturralde



jueves, 25 de julio de 2019

Elogio del filósofo despistado.


El filósofo suele estar en las nubes, pensando en las últimas causas del mundo, al tiempo que se ha dejado las llaves del trabajo en casa. Se trata de una especie en extinción, de la que quedan pocos ejemplares. Mueve a  compasión ver una persona dedicada a temas tan abstractos, con tan poca rentabilidad. Si tiene suerte mantiene económicamente a su familia, con muy poco margen de extraordinarios. Hay que sacarle adelante entre todos y la eficiencia no es lo suyo. Pero si es filósofo puro, como lo fue Sócrates, tiene chispa humana, y sabe reírse de tantos corsés y procedimientos angustiosos de una sociedad tan aduladora de los medios, que olvida con frecuencia los fines. El filósofo tiene libertad de espíritu y busca, en compañía de amigos variopintos, la amistad por la amistad y la verdad por la verdad. Por esto, en torno suyo, ronda con frecuencia la carcajada. Es por esto un experto en humanidad: sabe que el ser humano es un calzonazos indigente ante la armonía del cosmos y la maravilla de la luz eterna.




José Ignacio Moreno Iturralde

martes, 9 de julio de 2019

Tiempo, persona, eternidad.

La historia es todavía más interesante cuando se conecta con el presente y nos da ideas para el futuro. El pasado puede ser significativo, pero no basta para vivir. El presente puede concentrar nuestra atención, pero la panorámica del futuro lo enriquece. El futuro es fuente de libertad, de preocupación o de alegría. Pasado, presente y futuro se conectan en el espíritu humano, como ya explicó Agustín de Hipona. La eternidad, para los hombres, puede ser una especie de superación integradora de pasado-presente- futuro, algo que de alguna manera vivimos ya, aunque no sea plenamente. El cristianismo, al plantearnos el tiempo conectado con la vida eterna, es capaz de llenar las más profundas aspiraciones de las personas humanas.


José Ignacio Moreno Iturralde

sábado, 6 de julio de 2019

Un colegio cristiano



Un colegio es un lugar simpático y duro; un molino para las piedras de los caracteres. La escuela es una tarea apasionante y quizás algo y tragicomica. Las inteligencias se asombran y se aburren; el ingenio se acera, la voluntad se forja y, ¡ojalá!, el corazón madura para el bien. Los problemas económicos, laborales, de disciplina, constituyen un antipático arrecife de dificultades. Sin embargo, este incómodo suelo mueve a mirar hacia adelante y hacia arriba. En un colegio cristiano, se ayuda a todos a saberse hijos de Dios y a comportarse como tales; es decir: a darse algo de cuenta de la mirada divina, profundamente cariñosa y constitutiva de nuestra más recóndita y gozosa identidad. La libertad y la justicia; la autoridad y la amistad, raíces humanas de lo verdaderamente cristiano, se abren hacia una comprensión realista y esperanzada, llena de referencias seguras hacia una vida que merece la pena y la alegría de vivirse.




José Ignacio Moreno Iturralde

viernes, 5 de julio de 2019

Libro "Padres que dejan huella"

El amor conyugal de los esposos es más importante para los hijos que el amor del paterno-filial o materno filial (que también tiene importancia como es lógico). Esto se debe aque el amor conyugal es un amor más maduro que ayuda poderosamente a la personalidad de los hijos. Esto es lo que afirman Alberto Masó y Bárbara Sotomayor en su libro "Padres que dejan huella", de editorial Palabra. Además ofrecen consejos certeros, profundos y sugerentes sobre el matrimonio y la educación de los hijos.

¿Ataca la Ley Celaá derechos de las familias?

Soy profesor y he leído detenidamente la nueva ley de educación del gobierno español. Esta norma, llamada también ley Celaá, limita la educa...