viernes, 6 de diciembre de 2019

Tapar la boca a los defensores de la vida



Hace años estuve en el velatorio de tres amigos, que fallecieron juntos en un accidente de tráfico. Nunca olvidaré el dolor de las madres junto al féretro de sus hijos. Allí comprendí la profundidad y grandeza que tiene la maternidad. Lo recordaba al saber que, en la Comunidad de Madrid, acaba de aprobarse una medida para prohibir que se dé información favorable a la vida del niño aún no nacido, junto a las clínicas abortistas. Unos valientes, que saben muy bien que pesa menos un hijo en los brazos que encima de la conciencia, han venido haciendo desinteresada y respetuosamente esta iniciativa durante muchos años. A partir de ahora les será más difícil, pues pueden enfrentarse a multas y penas. En España se habla constantemente de democracia libertades y, sin embargo, van apareciendo señales de dictadura intentando tapar la boca de los que defienden la dignidad de la mujer y del hijo que lleva en su seno.


José Ignacio Moreno Iturralde


sábado, 30 de noviembre de 2019

La desigualdad del aborto

La igualdad se ha convertido en una causa justa de nuestra sociedad. Se condena, con determinación, el horror de la violencia machista. Se busca noblemente la igualdad entre mujeres y hombres, por ejemplo respecto a su salario laboral. El conocimiento de las agudas desigualdades mundiales, referentes a alimentación y desarrollo, son entendidas como una dolorosa herida cuya curación es urgente.

Sin embargo, la realidad del aborto voluntario -95.917 casos en 2018, en España- es amparada por la ley y observada por nuestro estado con conformismo. La autonomía de la propia decisión de los padres se impone a la vida de los hijos en gestación. Pienso que esta autonomía es la que establece una profunda desigualdad entre unos padres, que fueron aceptados a la vida, y sus hijos en gestación a los que les impiden vivir. Tal autonomía excluyente, tiene alguna semejanza con la de ciertos ricos a los que parece importarles muy poco la suerte de los pobres. También ocurre algo similar con algunos empresarios a los que no les tiembla el pulso a la hora de poner en la calle a varios de sus empleados, cuando no era estrictamente necesario hacerlo. Pero, lo más paradójico, es que la práctica abortista tiene un reflejo de simetría con la falta de respeto del varón que golpea impunemente a su pareja.

La igualdad se va consiguiendo cuando se respeta la diversidad. Ricos y pobres, hombres y mujeres, padres e hijos –también los engendrados todavía no nacidos-, formamos una comunidad de vida donde las relaciones solidarias con los demás afectan profundamente a nuestra propia identidad y dignidad. La libertad y la autonomía son valores irrenunciables; pero si se agigantan y deforman, nos hacen caer en el despeñadero de la desigualdad. Si no se defiende la igualdad del propio hijo en gestación, es difícil que pueda defenderse con coherencia la igualdad de los demás.

El respeto a la vida y a la promoción de todo ser humano, especialmente de los más necesitados, aunque resulte costoso en ocasiones, es el medio para lograr una igualdad humana sin hipocresías. De este modo construiremos una sociedad inclusiva y plural, donde  podremos mirarnos a la cara con más franqueza, justicia y paz.



José Ignacio Moreno Iturralde




viernes, 1 de noviembre de 2019

Educación: buena tierra, buen fruto.



Para una buena cosecha hace falta una buena tierra, con los nutrientes necesarios y un riego adecuado. Después habrá que sembrar un buen grano, y tener cuidado con las plagas y las posibles tormentas. Sólo así aquel campo dará buen fruto.

Pienso que en la educación ocurre algo parecido. La buena tierra es una familia unida donde, pese a los roces diarios, existe un cariño incondicional entre sus miembros, especialmente entre marido y mujer. Este es el terreno óptimo para que surja, vigorosa y libre, la personalidad de cada hijo o hija. La semilla buena es el ejemplo de los padres y su palabra adecuada, comprensiva y exigente. Solo con la suave autoridad de los surcos, se levantan con fuerza los tallos. La plantación de la que hablamos no es de invernadero: los aires y las aguas la hacen fuerte y hermosa; pero con atención y cuidado, lo contrario es una irresponsabilidad. La tecnología, tan al alcance de la mano, rinde estupendos servicios; pero también puede llenar de gusanos y de basura toda la plantación. Pongamos dos ejemplos que nos ofrece una asociación española especializada: 11 años es la edad media para iniciar el consumo de pornografía; 81% de los niños entre 13 y 18 años afirman haber observado pornografía como conducta normal[1]. Escenas de violencia, canciones impotables y comportamientos abusivos, son moneda común en una red mundial con una enorme dosis de amoralidad. Del mismo modo que no dejaríamos a nuestros hijos comerse cualquier porquería, no podemos dejarles que sus mentes se inunden de cosas que van a cercenar su personalidad y su capacidad de esfuerzo y creatividad.

La moda consolidada de salir con amigos los fines de semana toda la noche, incluso siendo menores, es una negligencia de los padres que se puede pagar cara. Junto a algunos aspectos positivos de socialización, a esas horas el consumo de alcohol y drogas es muy común. El psiquiatra español Juan José Vázquez acaba de publicar un libro muy útil al respecto, que aborda estas problemáticas y sus posibles soluciones[2].

La suma de horas diarias de televisión+móvil+internet+play puede estar hipertrofiada. Todos estos elementos, cuyo buen y equilibrado uso es estupendo, se pueden convertir en un huracán que asola la interioridad y creatividad de los chavales.

Por otra parte, la libertad de elegir un centro educativo, afín a nuestra visión de la vida y económicamente asequible, es una conquista democrática en la que conviene profundizar. Son los padres y no el estado quienes están más preparados para saber el tipo de educación que conviene a sus hijos. Un buen instituto o colegio ayuda a la competencia y capacitación de los jóvenes, dándoles formación profesional y humana con valiosas referencias para la vida. Pero estas ramas de la educación se apoyan en el tronco y las raíces, que solo la familia puede dar.

Chesterton dijo en los años treinta del siglo pasado que el peligro que nos acecha es la chabacanería. Tenía razón. La gente joven tiene un enorme potencial, son nuestra alegría y nuestro futuro. No siempre será posible tener una familia unida o controlar a los chicos todo lo que quisiéramos, pero hemos de intentarlo una y otra vez, sabiendo que de ello depende la felicidad de ellos y la nuestra, aunque nuestra situación diste mucho de ser la ideal. Además, en este juego de la vida podemos tener un buen compañero porque Dios sabe hacer, con cartas malas, jugadas muy buenas.

Claro que hay que educar en la libertad a los hijos, escucharles, ceder en ocasiones; pero también hay que exigirles responsabilidad y compromiso. Muy probablemente, usted no se arrepentirá de exigir con cariño; de ser blando y condescendiente sí.

A más técnica hace falta más ética; a más libertad es precisa más responsabilidad. Compensa dejarse la vida en educar a chicos y chicas con personalidad, seguridad, alegría de vivir y ganas de comerse el mundo para hacerlo mejor, más humano. Siempre, y especialmente en la actualidad, ser buenos padres es heroico. Muchos de ustedes lo hacen estupendamente. Como modesto profesor desde hace muchos años, les animo en este noble y maravilloso empeño.


José Ignacio Moreno Iturralde



[2] Alcohol, tabaco y drogas. Conocer para prevenir. Vázquez, Juan José. Digital Reasons, 2019: https://www.digitalreasons.es/libro.php?valor=Alcohol,%20tabaco,%20drogas:%20conocer%20para%20prevenir


jueves, 31 de octubre de 2019

Lógica de dominio y lógica de respeto



Algunas formas de capitalismo extremo han llevado, a lo largo de la historia, a frecuentes explotaciones de empleados. El marxismo, y la posterior revolución comunista, supuso una contestación violenta a los abusos capitalistas. Capitalismo extremo y comunismo se mueven, curiosamente, en una misma lógica: la de la confrontación y el dominio.

En el terreno medioambiental se puede vislumbrar otra forma de abuso: entender el mundo como una posesión que puede ser consumida, al margen de sus sostenibilidad y belleza, por los más pudientes.

También en el ámbito de la afectividad se pueden ver a las personas como instrumentos al servicio de los propios sentimientos y satisfacciones, olvidando su dignidad. Las consecuencias de esta actitud sobre la educación de la personalidad y sobre la familia son devastadoras.

Sin embargo, frente a estas lógicas de dominio existe la lógica del respeto y del servicio: la que valora la realidad, en sí misma, de la naturaleza y especialmente la de las personas, al margen del beneficio que puedan aportar. Paradójicamente esta lógica positiva reafirma la identidad de todos y muy especialmente la del que la vive, al mismo tiempo que fomenta la justicia. La naturaleza, los demás, Dios, constituyen un triángulo virtuoso en el que, pese a los contratiempos de la existencia, surge impetuosa la esperanza y la alegría de vivir.


José Ignacio Moreno Iturralde

jueves, 29 de agosto de 2019

Educar: ayudar a encontrar una Presencia



“Entonces, ¿qué quiere decir que la persona necesita-pide ser educada? Quiere decir que tiene necesidad y pide entrar en contacto con la realidad de modo que experimente en ella una Presencia que le haga saltar de alegría, que le dé la certeza de que vale la pena vivir, justo a causa de esa Presencia. Educar significa introducir a la persona en la realidad de modo que se sienta acogida por un destino bueno”. 

Caffarra, C. Apuntes para una metafísica de la educación, Metafísica y persona, Año 1, n 2, julio 2009, pp. 13 y 14.


martes, 27 de agosto de 2019

La referencia inteligente



Tendemos a ver las cosas desde nuestro personal punto de vista; es lógico que sea así. Sin embargo, es inteligente apreciar las cosas por sí mismas y en referencia a lo que les da una globalidad de sentido. Este planteamiento también recae sobre nuestros afectos. Intentar salir fuera de nuestro propio interés para estimar a las personas, las instituciones y las cosas, no solo es una actitud elegante, sino la que paradójicamente nos viene mejor a cada uno.



José Ignacio Moreno Iturralde





La familia, la nevera y el móvil


Si una familia cierra con un candado la nevera, para evitar indigestiones de los niños, probablemente se trate de un hogar con anemia de libertad. En un frigorífico hay productos buenos, aunque se puedan tomar inmoderadamente. El teléfono móvil con datos es distinto. En la red hay muchas cosas estupendas y otras  perjudiciales. Ofrecer a los menores teléfonos con acceso indiscriminado a la red, puede ser no solo una falta de sentido común, sino un daño para los chavales. Soy profesor y, con frecuencia, observo que falta fortaleza en este punto para exigir a los menores. La presión ambiental es muy fuerte, pero el deseo de educar a unos hijos íntegros y alegres puede ser más fuerte todavía. Educar en libertad significa ayudar a que progresivamente los más jóvenes vayan aprendiendo a elegir lo mejor. Poner a menores ante la red, sin ningún tipo de restricción, a cuenta del bolsillo de los propios padres, es una imprudencia que repercute en la personalidad de los chicos y las chicas. Cada familia tendrá que tomar las medidas que considere oportunas: es un reto interesante y actual. La tecnología es estupenda, pero requiere madurez para buscar sus servicios y evitar sus peligros.



José Ignacio Moreno Iturralde

viernes, 23 de agosto de 2019

El hombre que vive una vida distinta a la suya



Nuestra sociedad nos anima a llevar a cabo nuestros sueños, a ser nosotros mismos, a triunfar en aquello en lo que nos gusta y nos hace sentirnos realizados. Es bonito, sin duda, escuchar a alguien que ha conseguido un triunfo profesional que se había propuesto desde niño. A todos nos gustaría que nos ocurriera lo mismo; pero muchas veces no sucede así. La vida es mucho más grande que nuestras previsiones y, con frecuencia, tenemos que aprender a tomarla como viene. Es maravilloso pensar, por ejemplo, en un matrimonio que nos haga ser felices; pero es también bastante realista un matrimonio en el que un hombre se propone hacer feliz a su mujer y a sus hijos.

Un buen marido y un buen padre es el que está ahí, disponible para servir a su familia. Me refiero al tipo -hablo como hombre que soy- que ha decidido ser un fan de su mujer y de sus hijos, olvidándose de muchos de sus gustos y caprichos. Me parece que esto es hombría de la buena. No trato, en absoluto, de defender una especie de masoquismo inhumano que niegue razonables y positivas aficiones. Doy por supuesto que el sentido común y el de la justicia tienen que vertebrar las relaciones familiares. Lo que quiero decir es que cuando uno elige opciones buenas por el bien de su familia, aunque en principio no contara con ellas, puede obtener paradójicamente unas satisfacciones muy superiores. Todo esto es evidente, pero parece que la sociedad actual lo ha olvidado en parte. Cambiar a un trabajo que nos permite una mayor dedicación a los nuestros, veranear donde le gusta más a la esposa, educar la afectividad, sacrificar un viaje para encontrar unas vacaciones más adecuadas para los chavales… no es una fuente de infelicidad, sino todo lo contrario. La grandeza de un padre y de un marido pienso que está en saber no seguir “los caminos propios”, sino los que mejor vienen a su familia. Solo aceptando esta paradoja volveremos a revitalizar el matrimonio y a hacer del hogar un lugar de felicidad y seguridad.

¿Qué ocurre si después de todo esto la vida nos paga con una buena bofetada?... No es imposible. Aunque las cosas salieran mal, siempre queda la tranquilidad de conciencia de haberse esforzado por actuar lo mejor posible. Intentar ser bueno no siempre es correspondido; pero decidir ser un egoísta se paga muy caro, tarde o temprano. La generosidad tiene sus riesgos, pero es fuente de grandeza, de justicia y de escuela de vida. Cuando un hombre comprometido anda por el buen camino que tiene el nombre de su familia, termina por encontrar su más auténtico y personal camino.



José Ignacio Moreno Iturralde


miércoles, 21 de agosto de 2019

Lo nuclear en la educación escolar



La educación de niños y jóvenes en edad escolar requiere ser competente para que los alumnos puedan acceder en un futuro a estudios superiores; así como para darles una buena formación relativa a necesidades del mundo actual: idiomas, uso de tecnologías, trabajos en equipo, etc. Pero pienso que todo esto ha de basarse en algo más importante: educar a alumnas y alumnos con personalidad propia. Este afán implica ayudarles a   fomentar hábitos positivos como prestar atención, estudiar, participar y saber convivir.

La educación académica se apoya en la educación afectiva, cuyo ámbito privilegiado es la familia. Si se ayuda a las familias, los chavales aprenden mejor. El papel de la familia en la escuela no es periférico sino nuclear; aunque exista una evidente autonomía de los dos ámbitos educativos. Solo siendo conscientes del valor humano de la familia, los diversos centros escolares ayudarán a educar a jóvenes con referencias para la vida, convencidos de que ayudar a los demás merece la pena. De ahí se deduce la necesidad de que el estado fomente jurídica y económicamente una libertad de enseñanza, recogida en múltiples legislaciones actuales, que promueva una escuela plural en beneficio del bien común.



José Ignacio Moreno Iturralde

lunes, 19 de agosto de 2019

Rescatar el corazón de los hijos



Son de agradecer los múltiples consejos que dan los expertos en educación. Pero, de ningún modo pueden ponerse por encima de la autoridad natural de los padres sobre sus hijos. Es lo que Betsy Hart explica en su libro “Sin miedo a educar” (Troa Librerías. Madrid 2012). Con el ejemplo de la dedicación a sus cuatro hijos, y una buena documentación científica, Hart insiste en una idea interesante: rescatar el corazón de los hijos. Es evidente que cualquier padre haría lo posible para que no robaran o lastimaran a un hijo; sin embargo, parece que muchos padres y madres hacen dejación de derechos respecto a algunas actividades de sus hijos como tiempos libres con otros jóvenes o accesos indiscriminados a tecnologías informativas, que pueden lastimar el corazón. La autora cita ejemplos ilustrativos.

Hart es consciente de la necesidad de la apertura al mundo de los hijos y de su libertad, pero con una responsabilidad materna y paterna respecto a los ambientes, información y compañías, que los hijos tienen en su infancia y adolescencia. También sostiene que el mal anida, en parte, en el corazón del niño, antes que en otro lugar. Esto es compatible con un cariño inmenso que ve las virtudes y potencialidades de los chavales. Nadie quiere a los hijos como los padres. Hart lo cree firmemente, desde su situación de divorciada
-a pesar suyo, según nos cuenta-. 

La educación que los padres dan a sus hijos no puede encogerse de hombros ante los peligros. Esta educación supone mucho esfuerzo, valentía y, sin duda, mano izquierda guiada por el cariño; por un cariño que quiere ayudar a rescatar el corazón de los hijos siempre que sea preciso, para llevarles por caminos de generosidad, compromiso y felicidad madura.




José Ignacio Moreno Iturralde

viernes, 16 de agosto de 2019

La niña de la silla de ruedas



Vi a una niña en su silla de ruedas, imposibilitada de por vida. La transportaban sus padres con todo cariño, mientras ella tenía una serena mirada hacia el infinito. En el mundo, además, ocurren muchas otras cosas duras y difíciles. Sin embargo, nada de esto sucede en un planeta sin vida como Mercurio, pero no lo cambiamos por el nuestro; más nos vale. También hoy en la tierra lució el sol, se vieron las montañas, los pájaros y las personas. En esta jornada pudimos pensar en proyectos, comer lentejas, leer o bañarnos. Realizamos cosas bien; otras puede que mal, con la opción de arrepentirnos y mejorar. Por todo esto, ver lo positivo de la vida no es una mera perspectiva, sino la opción inteligente y realista ante el espectáculo grandioso de la existencia. Hay que tener en cuenta que estamos comunicados, en una red muy profunda, vivimos en equipo, tantas veces sin darnos cuenta. Por este motivo, la bendita niña de la silla de ruedas nos hace darnos cuenta de que nuestros problemas personales quizás no son para tanto.



José Ignacio Moreno Iturralde

jueves, 15 de agosto de 2019

Ayuda a los más necesitados



En nuestras sociedades desarrolladas siguen existiendo pobres e indigentes. Son tantos que, con frecuencia, podemos mostrar hacia ellos cierta indiferencia. También es verdad que hay mucha picaresca, pero bastantes de esas personas pueden estar en estado de necesidad. Al mismo tiempo, cuando vemos que alguien saca de un apuro a otra persona sentimos satisfacción y una ligera envidia de no haber sido nosotros quien echáramos una mano a quien lo necesitaba.

Lo que sí está más en nuestra mano es atender a personas necesitadas de nuestro entorno familiar y profesional. Esta actitud conlleva un cierto señorío: tener solucionados bastantes conflictos personales para poder prestar dedicación y tiempo a los demás. Además, esta actitud suele resolver bastantes problemas propios porque la generosidad es fuente de alegría y de plenitud.

Ver la pobreza y las calamidades del mundo es un acicate para intentar hacer una sociedad mejor, en la medida de las posibilidades de cada uno. Además, puede servirnos para no quejarnos cuando nos falte algo que estimamos importante, al darnos cuenta de que tampoco es para tanto.

En la película ¨Los Miserables”, un preso al que se le ha dado libertad condicional es acogido por la noche en una casa. El anfitrión y su hermana hablan con Jean Valjean, el expresidiario, al mismo tiempo que le dan de cenar y le sugieren que cambie de vida; propuesta que Valjean dice aceptar. Sin embargo, por la noche, el invitado se levanta, roba y golpea al dueño de la casa que se ha levantado al escuchar ruidos. A la mañana siguiente, la policía trae al ladrón ante el señor obispo, quien le acogió. El obispo dice que no le ha robado, que fue un regalo. La policía se va y Valjean queda desconcertado, por lo que pregunta al clérigo: ¿Por qué ha actuado así? El obispo responde: este es el precio que pago para devolverle su alma a Dios y usted no olvide que había prometido cambiar de vida[1].

No estamos obligados a una conducta tan heroica, pero es realmente atractiva. En ocasiones, hay que descender a la miseria para sacar al miserable de su situación. Entonces es cuando nos volvemos más verdaderamente humanos. Lo que siempre podemos hacer es saber pedir perdón y saber perdonar en las cosas de cada día. Una persona que sabe pedir perdón y perdonar es una persona que sabe querer, y será siempre muy valorada.


José Ignacio Moreno Iturralde

miércoles, 14 de agosto de 2019

La familia: el lugar al que se vuelve.



Las vacaciones son un buen momento para descansar con nuestros seres queridos y reafirmar los lazos familiares. Así renovamos fuerzas para volver de nuevo a la vida cotidiana. La familia unida tiene muchas ventajas. Una de ellas es la seguridad de los hijos. El amor entre los cónyuges es una sólida base de identidad para los chicos. Esto tiene su repercusión en la educación escolar. La formación académica tiene su fundamento en la formación afectiva, y ésta última se obtiene de modo eminente en la familia. Podríamos también destacar que la solidaridad es favorecida por la fortaleza familiar. En las familias, las relaciones de justicia se ven más que satisfechas por las relaciones de amor y servicio desinteresado. Sin embargo, y lejos de intentar juzgar a nadie, todos estos motivos contrastan con el impetuoso viento de divorcios y separaciones que se está produciendo en España y en otros países. Promover una familia “liquida” es contribuir a liquidar la familia. 

Por todo esto, quisiera aportar una razón más a favor de la consistencia de la institución familiar. Somos muchos los que hemos tenido la fortuna de nacer en una familia unida, con sus alegrías y fragilidades. A lo largo de la existencia hemos ido tomando decisiones, afrontando trabajos, estableciendo relaciones, disfrutando de buenos momentos y plantando cara a problemas. Algunas veces uno vuelve a esos recuerdos de la infancia, que son las raíces de nuestra identidad. Desde allí se saca fuerza e inspiración para acometer la vida. Aunque esa situación haya pasado en el tiempo, o se haya quebrado, el ser humano es nuclearmente familiar. La familia es incómoda, complicada, esforzada y molesta, pero es lo que nos hace más humanos. Relativizar la familia y su asentamiento jurídico, el matrimonio, es hacer de la mujer y del hombre seres frágiles, inmaduros, y paradójicamente menos libres. Por complicada que sea una situación, que el respeto y la justicia debe resolver con firmeza, siempre existe algún remedio y esperanza que oriente hacia una mejor situación familiar. Todos necesitamos un sitio donde regresar. La familia, el hogar, es el lugar al que se vuelve.



José Ignacio Moreno Iturralde

¿Quién puede naufragar: el Open Arms o Europa?

Me pregunto: ¿Quién es el que está en mayor peligro de naufragar… ¿el Open Arms o  Europa?  Está claro que hay que hacer una política inmigratoria con sentido común y con números; pero también con innovación e inteligencia. Por esto, es preciso que los ministros de los gobiernos se reúnan y lleven a cabo una estrategia eficaz y humanitaria. Los problemas acuciantes hay que resolverlos con urgencia, poniendo a salvo las vidas de personas necesitadas.

Esta encruzijada requiere creatividad y soluciones, no encogimiento de hombros. Si unos políticos no saben resolver tal problema, sería preferible que se fueran y dejaran su puesto a personas más competentes. Europa no puede reducirse a ser un mercado financiero. La causa principal de Europa debe incluir la salvaguarda de la dignidad de todo ser humano; de lo contrario, el proyecto europeo irá desapareciendo aceleradamente por esclerosis de valores. El hecho de que países de la orilla sur del Mediterráneo no sean capaces de responder, es la ocasión para mostrarles cómo se ha de actuar. La situación límite del Open Arms no es solo un problema, sino un reto para superar límites hacia una Europa mucho mejor. Nuestro continente tiene las virtualidades suficientes para responder. Cuánto me gustaría que España, siempre acogedora, se pusiera a la cabeza de una Europa renovada, más humana.


José Ignacio Moreno Iturralde

viernes, 9 de agosto de 2019

Enamoramiento y amor



Enamorarse resulta atractivo, aunque conviene entender un poco más en profundidad la qué es el amor. La persona es libre para configurar su vida, pero hay que recordar que todo ser humano es dotado de sentido desde fuera de sí mismo. Cuando la persona se sabe querida por alguien que le importa, tiende a corresponder; en ocasiones con el don de su vida. A esto llamamos amar. El amor es una realidad con muchos aspectos, que es entendida de muchas maneras. Por esto, es conveniente decir que el amor es verdadero cuando nos hace ser mejores personas.

El amor de benevolencia -querer bien- consiste en querer a la otra persona, en afirmarla. J. Pieper, en su libro “Las virtudes fundamentales”[1], ha dicho que amar a una persona es como decirla “es bueno que existas”. También podemos llamar a la benevolencia “amor don”. A las personas hay que amarlas como fines en sí mismas, no debemos instrumentalizarlas, tal y como decía Kant. Sin embargo, también existe la inclinación a la propia realización y plenitud, que puede llamarse amor necesidad. Ambos amores no tienen por qué oponerse; bien entendidos se complementan, pues nadie da de lo que no tiene. El amor necesidad tiene que complementarse con el amor don, que es la forma más genuina de amar de los seres humanos. De lo contrario, el amor se transforma en un sentimiento egoísta. El amor bueno considera a la persona amada en sí misma, y no solo por la satisfacción que traiga consigo al que ama.
           
El amor don, o de benevolencia, refuerza y transforma el amor necesidad[2]. El amor es un acto de la voluntad acompañado, o no, por un sentimiento de mayor o menor intensidad. Tal sentimiento, que no necesariamente acompaña al amor, puede llamarse afecto. El amor está formado por afectos -fruto del corazón- y efectos -fruto de la voluntad-. Si solo se dan los primeros se trata de puro sentimentalismo. El amor tiene un efecto en el propio sujeto que ama: el gozo. El amor, cuyo gozo no es necesariamente incompatible con el sufrimiento, es la forma más profunda de realización humana. Cuando alguien a quien valoramos nos quiere, activa y aporta sentido a lo más profundo de nuestro ser. El amor hace que la vida merezca la pena.

El amor consiste en hacer feliz a la persona amada. Amar es conocer, dialogar, compartir, acompañar. De la aceptación de ser querido nace la alegría y el deseo de estar con quien se quiere. Amar es afirmar al otro, perdonando sus faltas del pasado. Quien no perdona no ama; el amor redime la fealdad de la vida. El amor renueva a quien ama y a quien se sabe amado. Amar es cuidar, tomar al otro como tarea, ayudarle a conseguir “su mejor tú”. En especial es necesario cuidar de los débiles, de los niños, de los ancianos. Amar también es corregir, indicar con valentía y educación, que tales palabras o comportamientos son inadecuados o inmorales. Amar es también sufrir con el que sufre. Amar es compadecer y consolar. Amar es acoger: la imagen típica de volver a casa. Amar supone ponerse en el lugar del otro. Esto implica saber escuchar. Amar precisa una lealtad basada en la confianza y esto supone decir la verdad. El amor supone respetar la buena fama y honrar a la persona querida.

            Amar conlleva un compromiso que va más allá de un acuerdo de conveniencia: no tiene caducidad en el tiempo, es desinteresado, es incondicionado. El amor humano tiene vocación de inmortalidad. Para el filósofo Rafael Alvira, el amor es la vida de la voluntad que mantiene definitivamente la afirmación que se hizo de la elección. El amor supone, día a día, reafirmar la elección.


José Ignacio Moreno Iturralde



[1] Pieper, J. Las virtudes fundamentales. Rialp, 2001.
[2] Cfr. Yepes-Aranguren Op. Cit. pp. 142-153

viernes, 2 de agosto de 2019

Creer en Dios y estar en forma



Conocemos las cosas por sus formas o naturalezas; por ejemplo: entendemos lo que es el fuego sin que nos arda la cabeza. Nuestra forma o naturaleza tiene esta capacidad intelectual e inmaterial. Los seres humanos no hemos hecho ni las formas de los seres de la realidad, ni la nuestra propia. Por tanto, un ser en cuya naturaleza exista una perfecta identificación entre su ser, su pensar y su querer -es decir: un ser con capacidad de crear- es quien ha podido sacar a la existencia la realidad que vemos constantemente. La naturaleza o forma de Dios posibilita la existencia de la nuestra. Sin la forma divina no podríamos ni existir y, por tanto, ni pensar.

Estar en forma no se logra solamente haciendo un saludable ejercicio físico; también consiste en saber qué forma tenemos, y actuar en consecuencia.



José Ignacio Moreno Iturralde

sábado, 27 de julio de 2019

La mirada de un anciano enfermo



En una residencia para personas mayores, había un hombre con un alzheimer avanzado. Ya no se valía por sí mismo y no hablaba. Sus familiares venían a verle asíduamente. En una ocasión ocurrió algo significativo. Le trajeron a un chico de unos cuatro o cinco años y, de pronto, la cara del anciano abandonó su aspecto inexpresivo y agotado, adquiriendo una luminosidad intensa provocada por la ilusión de haber reconocido a su nieto. Aquella cara sonriente emergía entre un cuadro severo de limitaciones y, paradójicamente, es una de las expresiones más profundamente humanas que he visto.




José Ignacio Moreno Iturralde



viernes, 26 de julio de 2019

Autonomía y dignidad humana


El término autonomía es muy valorado en nuestra sociedad. Tener capacidad para tomar las propias decisiones es algo de notoria importancia y muy deseable. Pero una hipertrofia de la autonomía puede ser también dañina. La autonomía tiene que estar al servicio de la dignidad, el valor irrepetible de cada vida humana, especialmente la de los más necesitados. Nadie en su sano juicio diría que un mendigo no merece tener autonomía, aunque de hecho tenga menos que alguien con una buena posición económica. Ante millones de personas pobres en el mundo, que no pueden valerse por sí mismas, no es humano olvidarlas y no hacer nada para remediar en algo esta situación. Valorar la autonomía por encima de la dignidad es estar de acuerdo con la opresión de los poderosos sobre los necesitados. Una lógica análoga es la que da prioridad a la autónoma decisión de los adultos, encaminada a eliminar la vida de las vidas humanas concebidas y todavía no nacidos. Atender solo a la decisión de los mayores frente a la vida aún no nacida y totalmente indefensa, es aplicar la lógica opresiva de los explotadores. Por esto es chocante, que los partidos políticos que se catalogan de izquierdas y defensores de los más necesitados sean notoriamente abortistas. Parecen no darse cuenta de que están fomentando una forma muy inhumana de capitalismo.



José Ignacio Moreno Iturralde



jueves, 25 de julio de 2019

Elogio del filósofo despistado.


El filósofo suele estar en las nubes, pensando en las últimas causas del mundo, al tiempo que se ha dejado las llaves del trabajo en casa. Se trata de una especie en extinción, de la que quedan pocos ejemplares. Mueve a  compasión ver una persona dedicada a temas tan abstractos, con tan poca rentabilidad. Si tiene suerte mantiene económicamente a su familia, con muy poco margen de extraordinarios. Hay que sacarle adelante entre todos y la eficiencia no es lo suyo. Pero si es filósofo puro, como lo fue Sócrates, tiene chispa humana, y sabe reírse de tantos corsés y procedimientos angustiosos de una sociedad tan aduladora de los medios, que olvida con frecuencia los fines. El filósofo tiene libertad de espíritu y busca, en compañía de amigos variopintos, la amistad por la amistad y la verdad por la verdad. Por esto, en torno suyo, ronda con frecuencia la carcajada. Es por esto un experto en humanidad: sabe que el ser humano es un calzonazos indigente ante la armonía del cosmos y la maravilla de la luz eterna.




José Ignacio Moreno Iturralde

martes, 9 de julio de 2019

Tiempo, persona, eternidad.

La historia es todavía más interesante cuando se conecta con el presente y nos da ideas para el futuro. El pasado puede ser significativo, pero no basta para vivir. El presente puede concentrar nuestra atención, pero la panorámica del futuro lo enriquece. El futuro es fuente de libertad, de preocupación o de alegría. Pasado, presente y futuro se conectan en el espíritu humano, como ya explicó Agustín de Hipona. La eternidad, para los hombres, puede ser una especie de superación integradora de pasado-presente- futuro, algo que de alguna manera vivimos ya, aunque no sea plenamente. El cristianismo, al plantearnos el tiempo conectado con la vida eterna, es capaz de llenar las más profundas aspiraciones de las personas humanas.


José Ignacio Moreno Iturralde

sábado, 6 de julio de 2019

Un colegio cristiano



Un colegio es un lugar simpático y duro; un molino para las piedras de los caracteres. La escuela es una tarea apasionante y quizás algo y tragicomica. Las inteligencias se asombran y se aburren; el ingenio se acera, la voluntad se forja y, ¡ojalá!, el corazón madura para el bien. Los problemas económicos, laborales, de disciplina, constituyen un antipático arrecife de dificultades. Sin embargo, este incómodo suelo mueve a mirar hacia adelante y hacia arriba. En un colegio cristiano, se ayuda a todos a saberse hijos de Dios y a comportarse como tales; es decir: a darse algo de cuenta de la mirada divina, profundamente cariñosa y constitutiva de nuestra más recóndita y gozosa identidad. La libertad y la justicia; la autoridad y la amistad, raíces humanas de lo verdaderamente cristiano, se abren hacia una comprensión realista y esperanzada, llena de referencias seguras hacia una vida que merece la pena y la alegría de vivirse.




José Ignacio Moreno Iturralde

viernes, 5 de julio de 2019

Libro "Padres que dejan huella"

El amor conyugal de los esposos es más importante para los hijos que el amor del paterno-filial o materno filial (que también tiene importancia como es lógico). Esto se debe aque el amor conyugal es un amor más maduro que ayuda poderosamente a la personalidad de los hijos. Esto es lo que afirman Alberto Masó y Bárbara Sotomayor en su libro "Padres que dejan huella", de editorial Palabra. Además ofrecen consejos certeros, profundos y sugerentes sobre el matrimonio y la educación de los hijos.

martes, 25 de junio de 2019

El buey y las campanas



Un lluvioso día de invierno, el buey comenzaba temprano su dura jornada de trabajo. Al poco tiempo de tirar del arado, se empantanó en un lodazal. ¡Qué esfuerzos tuvo que hacer el animal para seguir adelante! Era jornada de infortunios porque, cien metros adelante, nuestro amigo empezó a resbalarse por un pequeño terraplén repleto de porquería, por decirlo finamente. Enfadado con el mundo, cabeceó a un lado y a otro, recibiendo un latigazo del labrador en su costillar derecho. Resignado a su suerte, continuó su trabajo. Una hora más tarde, salió el sol. El animal empezó a tatarear una música ranchera y vacuna. Se le ocurrió bambolear sus caderas rítmicamente, y recibió otro correazo, esta vez en el lomo izquierdo.
-“Para qué hacerse ilusiones”, se lamentaba el buey. Todo era tan monótono… Divisó nuestro amigo una oropéndola, que súbitamente se escondió. Lo mejor vino después: en la misma dirección del pájaro, surgía como por ensalmo una bella vaca rubia… guapísima. El buey trató de llamar su atención: -¡“Muuu, guapa”! La hermosa bovina la miró con cierto despreció, más aún cuando a su piropeador le caía otro zurriagazo en sus cuartos traseros.

Una hora más tarde, se vio a lo lejos un toro de lidia. El buey lo miró con envidia: -“Ese sí que es un tío distinguido, y no un pringado como yo”, se decía a sí mismo. Se escuchó el rugido de un camión, y nuestro sufrido trabajador observó cómo se llevaban al fantástico toro negro para una corrida. Después de todo, el modesto trabajo de agricultor tenía sus ventajas.

Muy avanzada la mañana el buey se sintió muy cansado, derrengado, totalmente indispuesto. Su amo, que le conocía bien, sabía que ahora no podía más, y le dijo:
-“Bubu -así se llamaba el buey-, ven conmigo. El campesino quitó el yugo al buey y lo llevó despacio, por una sombreada vereda, a un lugar alto y fresco. Le dio un buen biberón de centeno, el alimento favorito del animal, y le dijo quedamente:
-Oye, ves todos esos campos de tulipanes.
-Sí -respondió el buey-. Son una maravilla.
-Pues todo esto lo has sembrado tú, a lo largo de muchos días.
-¿De verdad? –se dijo Bubu admiradísimo.
-De verdad, contestó el campesino. En ese mismo momento se escucharon las campanas de la iglesia del pueblo, que llenaron con su repicar todo el horizonte. El buey recordaba el sonido de esas campanas desde cuando era un ternerillo en su corral y con sus padres. Pero ahora las oía más rotundas, más serenas, portadoras de una inmensa alegría. Y el buey mugió pletórico y satisfecho.


José Ignacio Moreno Iturralde

domingo, 23 de junio de 2019

Conocer a las personas para conocer el mundo



De pequeño uno puede pintar una casa con una chimenea y unas montañas al fondo, el sol, un árbol y… pocas cosas más. Pero ha pintado lo fundamental. Un mundo donde se destaca un hogar, una familia. Un comienzo, desde el que avanzar en la aventura de la vida. Se trata de un lugar de seguridad y afecto, desde el que poder contemplar el asombroso panorama del mundo. Esta entraña humana del conocimiento de la realidad es muy significativa.

Seccionar la comprensión de la existencia en tantas lonchas como especialidades científicas tiene su utilidad, pero prescindir de una comprensión personal de la vida es tanto como deshumanizarse. La realidad es mucho más que un conjunto de hechos cuantificables. Es, ante todo, un concurso de vidas personales que pueden comunicarse entre sí, y lanzarse a proyectos libres y responsables. Podría pensarse que esta visión de la existencia es algo romántica, y que el mundo físico tiene poco que ver con ella. Sin embargo, lo que parece claro es que planetas, galaxias y agujeros negros, son enormes en magnitud; pero bastante insignificantes comparados con una sonrisa humana. Lo máximamente significativo, y por tanto real, es lo personal. Esto es así porque lo personal es libre. La libertad es de orden superior a la determinación de la materia, porque la libertad puede elegir, puede autodeterminarse, puede amar. Por este motivo, una maldad libre es mucho más dolorosa que un simple mal físico, y una ayuda generosa mucho más valiosa que un golpe de suerte fortuito.

Adentrarse en la realidad y en su conocimiento exige profundizar en el conocimiento de las personas. Seres libres, cuyas biografías se deben unas a otras, a lo largo del espacio y del tiempo.

El filósofo Leonardo Polo ha explicado que la primera actitud correcta ante el universo no es la pregunta por el porqué de su existencia, sino el asombro ante la maravilla de su ser. Algo parecido -esto ya no es de Polo- a lo que ocurre cuando uno encuentra una persona encantadora. Generalmente no nos importa mucho porqué ha llegado a existir, lo importante es que está ahí y puedo hablar con ella.

No hemos hecho el universo, pero solo si el universo tiene un designio personal tiene un sentido. Considerar que el universo es una explosión de materia sin significado es renunciar a pensar, porque el sinsentido total no genera nada; es la nada: algo que, por cierto, no existe.

El amor es valorar la identidad del otro afirmándola, y tiene vocación de permanencia. La negación de la inmortalidad del espíritu humano es un insulto a su naturaleza y una injusticia flagrante ante la suerte de tantos desdichados de la historia. Solo un espíritu personal divino puede ser la razón última del mundo y la de nuestra propia vida. Chesterton pensaba que el mundo es una novela donde los personajes pueden encontrarse con su autor.

Uno de los males que nos asolan, al menos en la sociedad occidental, es sustituir la casa familiar por un proyecto individualista liberado de compromisos. Dicho de otro modo: caer en la adulteración de la noción del amor. Cuando se piensa que el amor es un puro sentimiento afectivo, voluble y subjetivo, se siembra el individualismo y la falta de solidaridad humana, que comienza en la familia. El amor verdadero es aquel que me hace ser mejor persona y, por tanto, ayuda a los demás. El amor tiene vocación de permanencia, especialmente el matrimonial, que constituye el compromiso familiar donde se asienta la vida y el futuro de los hijos. Ser hombre es ser hijo.

Nosotros somos seres subsistentes que se relacionan, con los demás, con el mundo. Nuestros límites hacen que nuestras relaciones sean también limitadas. Lo pasamos muy bien en una fiesta con familiares y amigos, pero la fiesta termina y cada uno se va por donde ha venido. El fundamento último de las relaciones, de la coexistencia, debería estar en alguien que fuera en sí mismo relaciones subsistentes. Un ser cuya subsistencia consista en la relación. El dogma cristiano de la Trinidad consiste precisamente en esto. Dios es tres Personas: Paternidad, Filiación, Amor. Dios es familia. No se trata de una piadosa cabriola mental, sino de un dogma que es una ventana de luz para la razón.

La casita junto a la montaña pintada por el niño, es profundamente real porque las relaciones entre las personas del mundo tienen su fundamento en las relaciones personales divinas. Insisto en que estas alusiones al misterio central de la fe cristiana no son accesibles por la pura razón; pero si se aceptan, la razón se llena de sentido. Por otra parte, aceptar lo que merece la pena es profundamente razonable y humano.

Con frecuencia, la visión de la casa familiar  se rompe por accidentes, guerras y espantos. No podemos olvidar esta dimensión de la realidad. Vivimos en un mundo fantástico, pero roto. Esa rotura no solo se refleja cuando descarrila un tren, sino cuando también lo hace nuestra propia mente y corazón, en mayor o menor medida. El mal anida también en el corazón humano. Una vez más la revelación cristiana nos da noticia del origen de ese mal, por un pecado de origen en nuestro linaje, así como de su restauración por medio de la Cruz de Cristo. Con las solas fuerzas humanas no existe una respuesta ante las víctimas de este mundo. El misterio de la encarnación del Hijo de Dios se puede creer o no; pero solo si se acepta, la historia queda justificada. Y no solo la historia, sino nuestra propia vida. Aquellos aspectos que nos hacen sufrir -que lógicamente hay que procurar solucionar en la medida de lo posible- pueden ser paradójicamente saludables para nuestros males. Por medio de algunos sufrimientos podemos volver a redescubrir la verdad del cuadro del niño. Desde esta óptica entendemos el mundo como creación, hogar, familia y aventura.



José Ignacio Moreno Iturralde

sábado, 22 de junio de 2019

Ideas sobre la dignidad humana

La sabiduría de Nelson

Horatio Nelson fue un conocido almirante inglés que vivió entre los años 1758 y 1805. Tuvo mala salud y llegó a perder un brazo en un combate. Sin embargo era un genio militar. Cuentan de él que, en medio del fragor de las batallas, bajaba a su camarote y abría un misterioso cofre. Rápidamente volvía a subir y, renovado en su ánimo, continuaba dando órdenes muy eficaces. Tras su muerte unos compañeros suyos se decidieron a abrir el misterioso cofre. Contenía un papel en el que estaban escritas estas palabras: izquierda, babor; derecha, estribor; .

Tantas veces la sabiduría está en no olvidar las cosas más sencillas, incluso las perogrulladas. Es difícil que alguien diga que esto son letras y que no lo son al mismo tiempo y en el mismo sentido. Pero...aquella jugada de fútbol decisiva...¿fue penalty?; lo que le he dicho a esta persona...¿está bien?...o: ¿puedo encontrar una razón verdadera para romper este compromiso?...No siempre las respuestas son fáciles aunque quizás en muchas ocasiones las dificultades provienen de que nuestros intereses o nuestra voluntad no coincide con la realidad de las cosas. No es una cuestión únicamente de inteligencia sino también de voluntad.

Las personas humanas a veces buscamos el término medio en lo que ya es un extremo, pero por mucho que nos afanemos eso no será nunca una virtud. Con tesón equivocado buscamos en ciertos momentos la cuadratura del círculo pero si somos más sencillos caemos en la cuenta de que esto es imposible o absurdo.

Así las cosas puede parecer que las reglas de la realidad son un poco o bastante  aguafiestas frente a los sueños de nuestra imaginación. A veces tal vez sí; pero otras no. Quisiera destacar una y una muy importante. Recuerdo la penetrante pregunta de un antiguo alumno mío: ¿por qué la vida no puede ser absurda? ...Es cierto que ocurren cosas a las  que no siempre sabemos encontrarles una respuesta: millones de personas sumidas en la pobreza, jóvenes o niños que encuentran la muerte de súbito, graves injusticias o, algo más cotidiano, la propia fealdad interior o exterior. Todo esto puede parecernos más o menos absurdo pero la vida no puede ser totalmente absurda por la misma razón que un círculo no puede ser cuadrado. Esta regla férrea de la no contradicción nos libera de la inquietud del absurdo y nos da una base andadera sobre la que avanzar con un sentido.

           
Resulta que es al revés

Entre 1616 y 1633 tuvo lugar el famoso proceso de Galileo. Lo que tal vez no sepas es que la junta de teólogos astrónomos que juzgó las tesis de Galileo también sospechaban que era la tierra la que giraba alrededor del sol. Pero no tenían las pruebas suficientes y la matemática de Galileo estaba equivocada. Sobre el caso Galileo, Walter Brandmüller publicó un interesante libro titulado Galileo y la Iglesia. Lo he recordado ahora porque realmente nos parece que desde el alba hasta el ocaso es el sol el que gira alrededor de nosotros y, sin embargo, resulta que es al revés. Esta observación, que durante miles de años tenía la seguridad de una evidencia, se repite en otros órdenes de la vida: si escuchamos nuestra propia voz grabada en una cinta nos parecerá extraña; quizás si nos grabaran en vídeo durante un día nos resultaría francamente curioso.

La verdad de las cosas es anterior a nosotros y está fuera de nosotros; conviene no olvidarlo. Viktor Frankl ha afirmado en su best-seller “El hombre en busca de sentido” que es mejor plantearse la pregunta ¿qué espera la vida de mi?, en vez de ¿qué espero yo de la vida?...Desde luego no se trata de carecer de proyectos ni ilusiones, ni tampoco de tener un conformismo negativo, pero hay que saber tomar la vida como viene y ser realistas para poder tener eficacia y fecundidad. Chesterton escribió: “cuantas cosas se vuelven santas sólo con volverlas del revés” 

La originalidad

Tal vez la originalidad tenga que ver con el origen. Y el origen nos puede recordar el lugar donde uno ha nacido, donde estaban los amigos de la infancia; en definitiva: la patria chica. Es un lugar entrañable. Allí uno se encuentra a gusto; esta bien consigo mismo.

Hay niveles más profundos de encontrarse uno a sí mismo; de aceptarse -sin que esto suponga una claudicación por superarse-, de estar contento. Quizás sea ahí: en el conocimiento de nuestra naturaleza, en la madurez que supone saber algo sobre nuestras posibilidades y límites, donde uno puede lograr ilusión para hacer de sí mismo “un clásico”.

Quizás para ser un “clásico”, genio y figura, no hace falta poseer la intuición de Einstein o la imaginación de Spielberg, o el ritmo de los Beatles. Simplemente puede consistir en sacar fuera lo mejor de nosotros mismos. Tal vez todo sea tan sencillo como ser normal o ser natural. Pero...¿qué es ser natural? Actuar según nuestra naturaleza más verdadera. Explica Millán Puelles[1] que las personas estamos compuestas por una tendencia a abrirnos a la realidad y por otra tendencia a cerrarnos en nosotros mismos. De la pugna entre ambas  surgirá el resultado de la propia vida. La tendencia a la apertura puede llamarse vocación profesional, afectiva, espiritual, etc; la clausura: egoísmo. Así la vocación es  para algunos motivo de felicidad y para otros motivos de angustia.
                                                                                              
Hay algo que a los humanos nos atrae como un poderoso imán: la alegría. Al entender la vida al revés, sustituyendo la autorrealización o “egobuilding” por el servicio a los demás, uno se libera de las autoritarias exigencias de su propio yo. Exigencias que pueden ser gigantes e irrealizables y, por tanto, sustituidas con el tiempo por la apatía o el peor conservadurismo: la cobardía de encerrarse en el anonimato.

Salir de uno mismo supone iniciar la aventura de acceder a una realidad que es anterior a mí; es disfrutar con la existencia de unas leyes previas a mí, en las que puedo descansar. Esta actitud ofrece resortes para afrontar los imprevistos de la existencia. Posibilita abandonar la pesada carga de algunos proyectos personales que tal vez no sean necesarios. Cuando uno aprende a ponerse en su sitio también aprende a quererse mejor a si mismo.

           
Tu verdad

Hay verdades parciales porque hay Verdad máxima de modo análogo a que hay móviles porque hay una red.  Un teléfono que no tuviera conexión con el resto o insistiera en llamarse a sí mismo no sirve de mucho. Algo parecido nos ocurre a las personas. Tu verdad no es “tu verdad”...sino tú verdad relativa a la de los otros y  a la Verdad primera que causa a todas.

Una antigua canción decía este estribillo “lo que soy es guapo”. Puede ser cierto, o no. Hay etapas en la que no nos cuesta nada aceptarnos; todo lo contrario: estamos muy orgullosos de nosotros mismos, tal vez con motivos poco fundados. Existen otros periodos en los que nos puede doler nuestra propia vida. Aceptar la penosa situación que atravesamos se nos revela como algo arduo y áspero. El realismo y el sentido común nos dicen que hay que seguir adelante, pero tal motivación no es por sí sola atractiva. Rechazamos  el sinsentido y el puro azar como causa de lo que nos pasa por considerarlos motivos absurdos, irracionales e inhumanos. La familia, los amigos, la empresa -quizá en menor grado-, pueden ser puntos de referencia para proseguir la tarea de vivir.

Hay otra motivación más profunda que no sé si acertaré a expresar: nuestra vida es, ante todo, una llamada a la existencia, una biografía. Nadie hará por ti tu vida. En cualquier novela o película el protagonista encuentra dificultades, situaciones no previstas, difíciles, que tiene que afrontar. Sin ellas no habría ni encanto, ni atractivo, ni novela. Ninguno hemos elegido vivir sino que hemos sido elegidos ; y es más ilusionante ser elegido para algo digno como es vivir, que elegir. Este es el motivo, como explicaba en sus clases el profesor Antonio Ruiz Retegui, por el que no cambiamos nuestra vida por la de nadie: porque nos ha sido dada con un sentido personal, no siempre fácil de descubrir, con una misión que solo cada uno puede cumplir.    
           

Unidad en la pluralidad

La unidad entre las personas que compran en unos grandes almacenes es por lo general una relación de interés y agregación. Sus relaciones son sobre todo utilitarias. La unidad entre los hinchas de un mismo equipo deportivo es algo más, comparten una afición: un interés no necesario. La unidad que se da entre los hombres de bien tras la liberación de un secuestrado que ha sufrido torturas es mucho mayor: las personas se alegran profundamente por la alegría de la persona que estaba siendo maltratada. Esta es una unidad  por la que se quiere el bien de la otra persona. El hecho de que le hayan sido devueltas las condiciones propias de su dignidad  crea en los demás un clima de unidad. Se comprende al otro  porque de algún modo es igual a los demás. La persona es el ser capaz de comprender; de ponerse en el lugar del otro; de salir de si misma. Por esto, afirma Spaeman[2] , la persona es un símbolo del absoluto.

           
Hay otro aspecto que no conviene olvidar: Lewis, al hablar de la amistad en su obra “Los cuatro amores” afirma que cada amigo me revela parte de mi yo. La amistad no es sólo un lujo sino algo que nos engrandece; algo que nos hace ser más. La riqueza interior de cada uno depende de todos aquellos que le aprecian bien. Aquí hay algo muy importante: de alguna manera el otro está en el fondo de mí:  su verdad está conectada a la mía, aunque ambas son distintas.   

Si una mujer o un hombre viven rodeados de injusticias que afectan a otros y no hacen nada que esté a su alcance por evitarlas, sus propias vidas empiezan a perder sentido. Si trabajan por mejorar las condiciones de vida de sus semejantes comienzan a estar satisfechos: a estar a bien conmigo mismos, a ser felices. Tenemos mayor unidad interior, integridad y plenitud de sentido en la medida en que somos generosos.
           
           
Enfermedad y muerte

No llevamos el timón de la realidad, ni siquiera totalmente el de nuestra propia vida pero aunque en el mar de la existencia haya tormentas que no entendemos no por eso carecen de un sentido que quizás más adelante podremos entender. Este es un punto importante para saber que la vida es una verdad imperfecta en la que nos podemos realizar como personas.

La enfermedad, especialmente la crónica, es una acompañante de camino bastante antipática, francamente desagradable y, en ocasiones, brutalmente ofensiva. Sin embargo resulta ser una catedrática de fina sabiduría y tras su rostro feo esconde un alma delicada y una tenaz entusiasta de nuestra mejora personal.
           
Cabalgar por las amargas estepas del insomnio o sentir la ácida y abotargada sensación de las jaquecas o el desaliento y el malestar no es algo sólamente nefasto. El espíritu puede entonces sacar de la autosuficiencia dependencia, de la pedantería sencillez, de la torpeza comprensión, de la angustia paz, de la tragedia comedia. Empieza a entenderse la vida como regalo y al descostrarse nuestro egoísmo podemos volver a entender de un modo nuevo la actitud más básica y fundamental del hombre, tan frecuentemente olvidada: la gratitud.

El enfermo es para su familia fuente de contradicción e incluso de aburrimiento; pero en mucho mayor grado es causa de generosidad y de fraternidad.  En especial cuando nuestro enfermo entra en fase terminal y fallece. Llega así un momento, un día radicalmente distinto, en el que uno va por primera vez detrás del coche funerario donde llevan a un ser muy querido. La insuficiencia de este mundo se manifiesta patente, nítida; pero no su sinsentido si se tienen ciertas referencias. Más todavía, como he visto, si la persona fallecida ha encarado su enfermedad y muerte con categoría humana, con plenitud de sentido y con amor a los demás. Tal actitud no aparece como absurda sino todo lo contrario: como la más noble, digna y verdaderamente humana. Su capacidad de transformar es poderosa. Verdaderamente la auténtica buena muerte, su aceptación llena de paz y de esperanza es toda una escuela para la vida.

La vida como regalo

“Se trata de que no se vaya el santo al cielo sino que venga el cielo al santo”. Esta frase la decía un amigo mío en la mesa, señalando un magnífico postre en un día de fiesta.¡Cuanta razón tenía!

Hoy parece que se ha acentuado el  afán de disfrutar. Muchos buscan una auténtica cultura del  “subidón”, un empeño por gustar sensaciones fuertes, potenciado y extendido por capitalismos mediáticos  publicitarios. Es lógico querer pasarlo bomba; sin embargo el problema está en que curiosamente no se sabe vivir bien . Las prisas, la búsqueda del éxito y del dinero rápido, la aceleración como modo de vida puede que no sea, en el fondo, más que una huida hacia delante.

La exaltación de las emociones nocturnas no da respuesta a la realidad del trabajo cotidiano. Se vive con cierta histeria una única realidad en la que no se encuentra la unidad de sentido de la vida. Y esto se debe, como afirma Alfonso Aguiló[3]  en alguno de sus artículos, a que se busca la felicidad donde no está y se ignora que para ser feliz lo que hay que modificar no es tanto lo de fuera  sino lo de dentro de uno mismo.

Reflexionar en que uno ha nacido sin ningún mérito personal ni consulta previa es mucho más que una perogrullada: es la pura verdad que, sin embargo, olvidamos con mucha frecuencia. A pesar de los flagrantes males del mundo, de la enfermedad y del dolor moral, la vida sigue siendo una llamada, un regalo de valor incalculable. El bien suele ser más discreto y silencioso que el mal, pero mucho más sólido y fundamental...como lo es una madre buena. Lo que podemos hacer, en expresión de Julián Marías es “educar la mirada” y también el entendimiento y la voluntad para caer en la cuenta de la cantidad de cosas estupendas que nos suceden: desde respirar hasta optar por aventuras quizás sencillas pero llenas de verdad y de bien, maduras de humanidad y sazonadas de buen humor. Quien procura vivir siempre  así, de hecho, es bastante probable que lo haga desde la fuerza de la fe.

Hay un salto de confianza, de esperanza, de aptitud para la felicidad -esto es en parte la fe- que no puede ser impuesto racionalmente, porque la mano de Dios sólo se coge si libremente se quiere. Lo que sí se puede constatar es que quien así lo hace está en condiciones de disfrutar tanto en día laborable como en fin de semana: y con un gozo enorme, porque todo se llena de sentido. Y ese sentido es la fuente de la felicidad.

Ser querido

Ser querido, dejarse querer, parece lo más natural del mundo. Se ve muy claro en los niños y en los ancianos; y en todo el mundo. Sin embargo, en épocas más o menos largas, nos cuesta aceptar el aprecio de los demás aunque en el fondo lo deseamos.
                                                                                  
Nuestra autonomía, incluso en el darse, puede impedir algo que tal vez es más importante que querer: aceptar ser querido. La razón es quizá sencilla: nadie da de lo que no tiene. Nadie que no haya sido querido sabrá querer. Querer a otra persona, como dice Pieper, no es quererla para mí sino querer lo mejor para ella. Ser querido es por tanto ser dignificado, ser dotado de sentido, de valor.

Ser querido es en cierta manera permitir que nuestra identidad dependa de otro, por esto puede dar vergüenza. Ser querido es aceptar la unión con las demás personas, y supone -si se puede hablar así- perder algo de casta para ganarlo de personalidad. Aceptar ser querido es la base para querer; y sólo quien se sabe muy querido sabrá querer y darse con toda su persona.

           
Fijarse en lo positivo

El agujero es en el queso y la herida en el cuerpo. Las sombras son por las luces; no al revés. Fijarse en lo positivo, en lo bueno, es ser realista. No se trata de la necedad de ignorar el mal ni sus consecuencias, a veces tremendas. Se trata de comprender una cosa: ser es ser agradecido.

Muchos bienes no son noticia. Dicen, con respeto y aprecio a las verdades difundidas por el periodismo, que el ruido no hace bien y que el bien no hace ruido. Fijarse en lo bueno es el requisito previo para conseguirlo. En ocasiones el escalador tiene que mirar hacia abajo pero sobre todo debe mirar arriba para poder llegar.

Cada persona se transforma en aquello hacia lo que se dirige. Si nos fijamos en el bien y nos acercamos a él seremos buenos. Esto requiere un ingrediente difícil de obtener: el conocimiento propio. En este conocimiento, donde juegan un papel importante la sensatez, la experiencia y el consejo cualificado, también hay que fijarse en lo positivo, en lo bueno de nosotros mismos, por las mismas razones que hemos antes, para recuperar, con más temple, la propia ilusión de vivir.

Mirar a la victoria, sin desconocer las dificultades que pueda llevar consigo, es ya empezar a conquistarla.



José Ignacio Moreno Iturralde


[1] Cfr. Millán Puelles, A. La estructura de la subjetividad.Rialp Madrid, 1967.
[2] Cfr.Spaeman,R. Felicidad y benvolencia.Rialp.Madrid,1991
[3]  Cfr. www.interrogantes.net



¿Ataca la Ley Celaá derechos de las familias?

Soy profesor y he leído detenidamente la nueva ley de educación del gobierno español. Esta norma, llamada también ley Celaá, limita la educa...