Enamorarse resulta atractivo, aunque conviene entender un poco más en profundidad la qué es el amor. La persona es
libre para configurar su vida, pero hay que recordar que todo ser humano es dotado de
sentido desde fuera de sí mismo. Cuando la persona se sabe querida por alguien
que le importa, tiende a corresponder; en ocasiones con el don de su vida. A
esto llamamos amar. El amor es una realidad con muchos aspectos, que es
entendida de muchas maneras. Por esto, es conveniente decir que el amor es
verdadero cuando nos hace ser mejores personas.
El amor de
benevolencia -querer bien- consiste en querer a la otra persona, en afirmarla.
J. Pieper, en su libro “Las virtudes fundamentales”[1], ha
dicho que amar a una persona es como decirla “es bueno que existas”. También
podemos llamar a la benevolencia “amor don”. A las personas hay que amarlas
como fines en sí mismas, no debemos instrumentalizarlas, tal y como decía Kant.
Sin embargo, también existe la inclinación a la propia realización y plenitud,
que puede llamarse amor necesidad. Ambos amores no tienen por qué oponerse;
bien entendidos se complementan, pues nadie da de lo que no tiene. El amor
necesidad tiene que complementarse con el amor don, que es la forma más genuina
de amar de los seres humanos. De lo contrario, el amor se transforma en un
sentimiento egoísta. El amor bueno considera a la persona amada en sí misma, y
no solo por la satisfacción que traiga consigo al que ama.
El amor don,
o de benevolencia, refuerza y transforma el amor necesidad[2]. El amor es un acto
de la voluntad acompañado, o no, por un sentimiento de mayor o menor
intensidad. Tal sentimiento, que no necesariamente acompaña al amor, puede
llamarse afecto. El amor está formado por afectos -fruto del corazón- y efectos -fruto de la voluntad-. Si solo se dan los primeros se trata de puro
sentimentalismo. El amor tiene un efecto en el propio sujeto que ama: el gozo.
El amor, cuyo gozo no es necesariamente incompatible con el sufrimiento, es la
forma más profunda de realización humana. Cuando alguien a quien valoramos nos
quiere, activa y aporta sentido a lo más profundo de nuestro ser. El amor hace
que la vida merezca la pena.
El amor
consiste en hacer feliz a la persona amada. Amar es conocer, dialogar,
compartir, acompañar. De la aceptación de ser querido nace la alegría y el
deseo de estar con quien se quiere. Amar es afirmar al otro, perdonando sus
faltas del pasado. Quien no perdona no ama; el amor redime la fealdad de la
vida. El amor renueva a quien ama y a quien se sabe amado. Amar es cuidar,
tomar al otro como tarea, ayudarle a conseguir “su mejor tú”. En especial es
necesario cuidar de los débiles, de los niños, de los ancianos. Amar también es
corregir, indicar con valentía y educación, que tales palabras o
comportamientos son inadecuados o inmorales. Amar es también sufrir con el que
sufre. Amar es compadecer y consolar. Amar es acoger: la imagen típica de
volver a casa. Amar supone ponerse en el lugar del otro. Esto implica
saber escuchar. Amar precisa una lealtad basada en la confianza y esto supone
decir la verdad. El amor supone respetar la buena fama y honrar a la persona
querida.
Amar conlleva un compromiso que va más allá de un acuerdo de conveniencia: no tiene
caducidad en el tiempo, es desinteresado, es incondicionado. El amor humano
tiene vocación de inmortalidad. Para el filósofo Rafael Alvira, el amor es la
vida de la voluntad que mantiene definitivamente la afirmación que se hizo de
la elección. El amor supone, día a día, reafirmar la elección.
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