Las vacaciones son un buen momento para
descansar con nuestros seres queridos y reafirmar los lazos familiares. Así
renovamos fuerzas para volver de nuevo a la vida cotidiana. La familia unida
tiene muchas ventajas. Una de ellas es la seguridad de los hijos. El amor entre
los cónyuges es una sólida base de identidad para los chicos. Esto tiene su
repercusión en la educación escolar. La formación académica tiene su fundamento
en la formación afectiva, y ésta última se obtiene de modo eminente en la
familia. Podríamos también destacar que la solidaridad es favorecida por la
fortaleza familiar. En las familias, las relaciones de justicia se ven más que
satisfechas por las relaciones de amor y servicio desinteresado. Sin embargo, y
lejos de intentar juzgar a nadie, todos estos motivos contrastan con el
impetuoso viento de divorcios y separaciones que se está produciendo en España
y en otros países. Promover una familia “liquida” es contribuir a liquidar la
familia.
Por todo esto, quisiera aportar una razón más a favor de la consistencia de la institución familiar. Somos muchos los que hemos tenido la fortuna de nacer en una familia unida, con sus alegrías y fragilidades. A lo largo de la existencia hemos ido tomando decisiones, afrontando trabajos, estableciendo relaciones, disfrutando de buenos momentos y plantando cara a problemas. Algunas veces uno vuelve a esos recuerdos de la infancia, que son las raíces de nuestra identidad. Desde allí se saca fuerza e inspiración para acometer la vida. Aunque esa situación haya pasado en el tiempo, o se haya quebrado, el ser humano es nuclearmente familiar. La familia es incómoda, complicada, esforzada y molesta, pero es lo que nos hace más humanos. Relativizar la familia y su asentamiento jurídico, el matrimonio, es hacer de la mujer y del hombre seres frágiles, inmaduros, y paradójicamente menos libres. Por complicada que sea una situación, que el respeto y la justicia debe resolver con firmeza, siempre existe algún remedio y esperanza que oriente hacia una mejor situación familiar. Todos necesitamos un sitio donde regresar. La familia, el hogar, es el lugar al que se vuelve.
Por todo esto, quisiera aportar una razón más a favor de la consistencia de la institución familiar. Somos muchos los que hemos tenido la fortuna de nacer en una familia unida, con sus alegrías y fragilidades. A lo largo de la existencia hemos ido tomando decisiones, afrontando trabajos, estableciendo relaciones, disfrutando de buenos momentos y plantando cara a problemas. Algunas veces uno vuelve a esos recuerdos de la infancia, que son las raíces de nuestra identidad. Desde allí se saca fuerza e inspiración para acometer la vida. Aunque esa situación haya pasado en el tiempo, o se haya quebrado, el ser humano es nuclearmente familiar. La familia es incómoda, complicada, esforzada y molesta, pero es lo que nos hace más humanos. Relativizar la familia y su asentamiento jurídico, el matrimonio, es hacer de la mujer y del hombre seres frágiles, inmaduros, y paradójicamente menos libres. Por complicada que sea una situación, que el respeto y la justicia debe resolver con firmeza, siempre existe algún remedio y esperanza que oriente hacia una mejor situación familiar. Todos necesitamos un sitio donde regresar. La familia, el hogar, es el lugar al que se vuelve.
José Ignacio
Moreno Iturralde
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